Tierra hostil
Mi pueblo hace frontera con tierra hostil. En esa tierra la gente te mira mal cuando paseas al perro y algunos incluso se apartan para no pasar cerca de ti. En ocasiones, he llegado a sentir la mirada penetrante de alguien en mi cogote. No me gusta ese lugar.
No me gusta, pero voy. Porque creo que tengo que ir, tengo que hacerles ver que no es tan difícil, que podríamos llevarnos bien. Todavía no entiendo cómo no son capaces de sonreír al ver la mirada de mi perro, que se para esperando un saludo y les reclama desde abajo con las orejas tiesas como antenas.
No me gusta, y creo que nunca me gustará, saber que siempre hay un lugar al otro lado de la frontera con gente dispuesta a no entenderse contigo. Un lugar donde la sonrisa está prohibida y ser solidario se considera un error. Un lugar donde la gente no saluda a los perros.
Es curioso, porque la gente de ese lugar suele ladrar más que hablar...
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