El principito














Soñaba el principito
con reinar algún día 
un país
en el que sus ciudadanos 
le quisieran tanto 
que le pagasen el forfait,
las cenas en restaurantes,
los viajes al extranjero.

Soñaba el pequeño 
príncipe 
en almohada de seda,
en cama sin guisante,
con tanta suerte que 
-al despertar-
su sueño se había hecho 
realidad,
para él
y para todos sus 
súbditos,
felices de ser 
partícipes de un
crowfounding involuntario,
inmóviles,
esclavos 
del pasado.


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