2 + 2 = 5











Aplastaba la cabeza del joven poeta.
Aplastaba sus sesos contra el suelo.

Pero él abría un libro repleto de letras,
amarillo y roído por el tiempo.

Levantaba una ceja a duras penas
mientras una gota de sudor 
se suicidaba desde su frente.

Una gota rebelde, altiva,
que gritaba: ¡4!

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